La gran esfinge de Giza es, como mínimo, el doble de antigua de lo que nos cuentan los libros de texto y la egiptología "oficial".
Esto es lo que afirma rotundo el egiptólogo y profesor de la Universidad de Boston Robert M Schoch en su libro "Escrito en la rocas", publicado en español en 2002 por la editorial Oberón.
La primera publicación se realizó en inglés, en EE.UU., en 1998, tras los trabajos de investigación realizados desde 1991, reanimando la polémica sobre la antigüedad del Egipto predinástico y, especialmente, de las construcciones de la meseta de Giza, cerca de El Cairo, las muy famosas pirámides de Keops, Kefren y Micerinos, más la Gran Esfinge.
Tras las investigaciones de la erosión de la base de la esfinge, R. M. Schoch llegó a la conclusión de que la misma no fue producida por la arena y el viento, sino por ¡el agua!, dándole una antigüedad que oscila entre el 7000 y el 5000 a.C.
La egiptología y la ciencia que el autor llama "normal", dan a la esfinge una datación en torno al 2500 a.C., haciéndola ajustar con el período del rey Kefren, de la IV dinastía, que es considerado oficialmente su constructor. R. M. Schoch defiende con pruebas científicas que la Gran esfinge es mucho más antigua en el tiempo y que Kefren la reutilizó haciendo las necesarias reformas, tallados y añadidos a la figura inicial, muy deteriorada tras un período de abandono de 5000 a 2500 años. También adjudica la misma antigüedad al Templo del Valle de este faraón, superponiendo piedras de granito sobre las muy deterioradas de caliza, algo que el visitante puede observar claramente.
El autor no tiene miedo en definirse como un científico "revolucionario", defendiendo el buscar la verdad por métodos científicos y no quedando atado por la visión "oficialmente correcta". Tras sus investigaciones, llega a unas reflexiones sorprendentes: "Resulta obvio que la Gran Esfinge es una obra de una civilización muy avanzada en las artes y en la técnica. Retrasar la fecha de la Gran Esfinge a un período en el que se supone que lo únicos habitantes estaban en la Edad de Piedra, plantea un arduo problema. ¿Quién fue este pueblo desconocido?, ¿Qué pasó con ellos y con su cultura? y ¿De qué forma su existencia y su desaparición altera nuestra forma de ver el curso de la historia de la humanidad y de los orígenes de la civilización?".
Queridos amantes de la lectura, como veis el debate sobre el antiguo Egipto sigue abierto; ¿será por eso que el propio nombre de Egipto es sinónimo de "misterioso"?.
(Si te interesa Egipto y vives en Cádiz, te recomiendo el Taller de Egiptología que organizo en Cádiz-ciudad, en la calle San Pedro nº 1. Son seis clases de una hora y media cada una. Información: tlfonos. 956211759 y 610742440. En colaboración con la Biblioteca Séneca.).
Sobre el libro:
El autor lo presenta junto al escritor y poeta Robert Aquinas McNally, siguiendo la línea de colaboración científico-escritor para hacer más amena y comprensible la árida terminología científica y la enorme cantidad de teorías que se presentan. Sobre este binomio científico-escritor baste recordar el del biólogo Boris Rachewiltz y el poeta Valentí López Oliver en la novela "El ojo del faraón", sobre el antiguo Egipto.
Las 285 páginas que componen el libro son, a mi entender, excesivas. Demasiadas reiteraciones y planteamientos teoréticos sobre la posible extinción de una parte de la vida a la largo de la eras o las edades del planeta. Con unas cien páginas hubiera quedado suficientemente desarrollado el tema central: las dudas razonables sobre las fechas del inicio de la civilización y una síntesis sobre las diferentes teorías evolucionistas.
Sí me ha resultado muy interesante el capítulo 1: "El cambio de paradigma", donde presenta una breve síntesis de la evolución de las teorías científicas a lo largo del tiempo, y cómo éstas, en vez de evolucionar por el propio planteamiento científico de buscar y contrastar lo descubierto, la mayoría de las veces han quedado atrapadas en teorías "de moda", y son otros factores no científicos (políticos, sociales, económicos, etc.) los que han impulsado a la ciencia. Eso me ha recordado el viejo refrán: "¡dime de qué presumes y te diré de qué careces!", pues como amante de la filosofía no puedo dejar de sentir un cierto placer al leer esta crítica a un sector importante de los científicos que se creen "portadores de la verdad absoluta".
Como señalo antes, el autor amplía las fechas de datación de la Gran esfinge y del Templo del Valle de Kefren, pero también abre sus dudas sobre la antigüedad real de las pirámides de Keops, Kefren y Micerinos.
Hace una inmersión en las ciclópeas construcciones submarinas de Yonaguni, en Japón, y se pierde en un laberinto de teorías sobre la evolución, no sabemos con qué fin. Al final, gracias al "Epílogo" vuelve a centarse en el tema estrella de la Esfinge.
Si el tema de Egipto te interesa, te aconsejo que saques el libro de la Biblioteca Pública. Personalmente, no recomiendo su compra, pues no es un libro ni para consulta ni para que ocupe un lugar en nuestras estanterías al sobrarle dos tercios de su volumen.
Javier Saura Vílches.
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